jueves, 1 de diciembre de 2011

LAS ENTRAÑAS DEL MONTE (part. 2)

2 de Febrero.
    Hoy he pasado la tarde con Laura, la verdad es que me ha levantado el ánimo estar con ella, sobre todo después de la bronca que me ha echado el profesor de Física, qué más le dará si no traigo los deberes hechos a clase, total, le pagarán igual... la próxima vez que me grite en público le doy una hostia delante de todo el mundo. Laura es genial, como me ha visto triste me ha llevado a los probadores de “El Corte Inglés”. Es genial lo que es capaz de hacer con la lengua.
    Cuando he llegado a casa mis padres estaban gritando, al principio pensé que estaban discutiendo otra vez entre ellos, pero no, le estaban echando la bronca al enano, no sé qué le debe pasar. Le estaban regañado por pegarle patadas otra vez a la gata. Antes parecía que quisiese mucho a ese animal, bueno, él sabrá .

4 de Febrero.
    He vuelto a suspender un examen de Historia, vaya mierda, a este paso esa asignatura me quedará para Septiembre. Suerte que la clase de Literatura me va bastante bien, he vuelto a sacar un 9, esta vez ha sido por un relato de tres páginas que nos hizo escribir la profesora.
    Esta noche papá se ha llevado a la gata a casa de la abuela. Por lo visto mi hermano no para de golpearla. Por mucho que mis padres le griten él se queda con una sonrisa fría mirando a un punto imaginario. Esta tarde mi madre lo ha pillado justo en el momento antes de que fuera a clavarle unas tijeras al pobre animal. En el fondo tampoco es que me dé mucha pena, era una gata aburrida, encima con ese estúpido nombre que le puso mamá: “Mindy”, es totalmente cursi. Lo raro es que no la maltratara yo también. Bueno, al menos si se queda en casa de mi abuela no dejará pelos por todos los sofás y la ropa, ¡qué asco!

5 de Febrero.
    Hoy Laura me ha preguntado por qué escribo un diario si lo que hago en el día a día lo pongo en el facebook. Me ha sorprendido, a veces parece que en las redes sociales se tenga que poner de todo, cuando justamente son superficiales a más no poder. Le he respondido que en internet proyecto mis gustos, deseos y alguna que otra idea, por contra en el diario escribo más sobre mi vida íntima, vivencias que a lo mejor no podría compartir con todos. Se ha puesto muy celosa cuando le he dicho que no se lo quería dejar leer, se cree que aquí escribo infidelidades y cosas así, se ha puesto a gritar hasta que le he dicho que cuando hagamos un año juntos se lo dejaré leer, entonces se ha calmado.
    Son la una de la madrugada, escribo esto porque mi hermano me ha despertado, está en su cuarto riendo solo como un loco. Esto no es normal.
    Mi padre ha entrado en su cuarto para ver qué hacía. Lo ha encontrado haciéndose cortes en la tripita con unas tijeras de punta afilada. ¿Por eso se reía?  ¡Está como una cabra! Se lo acaban de llevar a urgencias mis padres, ahora acabo de fregar las gotas de sangre que ha dejado Pablito por el pasillo cuando se lo llevaba en brazos papá. Lo raro es que las tijeras están todas puestas en estantes a los que él no llega, especialmente después de que intentase matar a la gata con unas iguales. No sé cómo las ha conseguido.
    Hace veinte minutos que mi padre ya ha llegado. Han ingresado a Pablito en el hospital, en el ala de psiquiatría. Le han limpiado las heridas y vendado, por suerte no le han tenido que poner puntos, sus cortes no eran demasiado profundos como para necesitarlos. También me ha contado que cuando el médico le iba a ver la herida el niño se ha puesto a gritar como un loco y le ha golpeado en la cara, hasta le ha salido sangre de la nariz. Le han inyectado un calmante y ya veremos qué pasará durante los siguientes días.>>

    Héctor deja de leer. Se da cuenta que en esa página es el testimonio del inicio de la destrucción de su familia.
    Va a la cocina a llenarse un vaso de agua por fin, quizá con el último vaso que sigue entero. Bebe mientras sus lágrimas gotean sobre el fregadero. Un trémulo suspiro se le escapa al volver a su habitación y coger de nuevo el diario. Se sienta. Lee como en los dos posteriores días al 5 de Febrero escribe sobre Laura y el instituto especialmente. No hay nada más escrito sobre Pablito hasta llegar al octavo día:

<< 8 de Febrero.
    Hoy le han dado el alta a Pablito. Iba cogido de la manga de mamá, mientras se tocaba el lóbulo de la oreja con la otra mano de forma compulsiva al entrar por la puerta. Parecía como si le sorprendiera su propia casa, como si no la reconociera. A mí ni me ha mirado. Quizá fuera por la nueva medicación, como ha dicho papá. También he oído cómo hablaban mis padres entre ellos y decían algo de “pulsiones psicopáticas reprimidas” o algo por el estilo.
    Me he ido a fumar unos petas para olvidarme del mal rollo que da mi hermano, además con esas ojeras que lleva ahora parece salido de una peli de terror de cuando eran mudas. Desde que mi hermano está raro mis padres ya no me echan tantas broncas por llegar tarde a casa. No hay mal que por bien no venga.
    Mañana miércoles viene Laura a “estudiar” en casa.

9 de Febrero.
    No sé qué pensar. ¡Lo que ha sucedido hoy me parece del todo increíble! Estoy hasta los cojones de ese niñato... >>

    Ahí se acaba el texto de ese día. A causa de la rabia lo dejó a medias el día que lo escribió. Aún así le vienen recuerdos nítidos de las razones de su indignación. A su memoria le vienen los momentos de estar a solas con Laura besándose tiernamente, acariciándose debajo de la ropa, el uno desnudando al otro en vez de estudiar la asignatura de Historia. Después de que Héctor se enfundase el condón empezaron a hacer el amor. En el fondo esa era la verdadera razón de la reunión de aquella tarde y los dos lo sabían. Intentaban ahogar sus gemidos tapándose la boca para evitar que sus sonidos delataran, a los padres de él, la unión lúbrica de sus cuerpos. Entonces Héctor sintió como la puerta se abría poco a poco detrás de él, notó la presencia de alguien y se le heló la sangre. Dejó de embestir con sus caderas, se giró para descubrir a su observador y vio primero en el umbral de la puerta el destello de dos ojos rojos que le miraban fijamente a contraluz. Ahí estaba su hermano de pie sonriente con una mirada que no podía ser humana. Pablo abrió la boca y de ella salieron tres cucarachas que empezaron a recorrer el rostro del niño, luego volaron hacia los dos amantes. Una de ellas fue directa a Laura, quien no veía lo que sucedía en la puerta porque su novio tapaba la visibilidad, la pobre chica se puso a gritar histéricamente cuando el bicho enorme se posó sobre su vientre. Las otras dos se colocaron en los brazos de Héctor quien cayó de la cama intentando esquivarlas. Él volvió a mirar a la puerta y allí seguía su hermano, fijándose en la boca sonriente que a cada segundo que pasaba estaba más abierta, parecía que en vez de dientes hubiesen clavos saliendo de sus encías. Héctor reaccionó horrorizado ante eso, cerró los ojos y gritó con todas sus fuerzas mientras con una mano chafaba una de las cucarachas. Su novia seguía gritando de asco cuando sus padres llegaron para ver el motivo de tanto escándalo. El hermano pequeño ya no estaba, el panorama fue ver a su hijo mayor desnudo en el suelo con el condón aún puesto y a su chica en la cama, respondiendo que había visto una cucaracha. A Héctor le sorprendió que ella no hubiera visto el horrendo rostro de Pablito, era imposible que fuera fruto de su imaginación. Al final fue la fantasía de él la única explicación que cabía, era absurdo pensar que su hermano era un monstruo, un zombi o cualquier chorrada de las películas de terror. Se autoconvenció que el porro que se fumó al salir de clase le había pegado más fuerte de lo normal.
    Cuando su chica se fue avergonzada a casa, sus padres le echaron una bronca a Héctor, ya no por intimar con ella sino por haberles mentido y decir que estaban en el cuarto estudiando para preparar exámenes. Por supuesto no se creyeron lo que él dijo acerca de su hermano, poco más y lo llevan a un psiquiatra por inventarse tales patrañas. Por ello el castigo fue quitarle el ordenador para que no pudiera ver películas de terror desde alguna página web.
    Ahora Héctor gira la página de su diario, traga saliva y sigue leyendo:

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