miércoles, 25 de julio de 2012

Jean-Paul Sartre o la fenomenología del compromiso.

    Sartre fue una de las mentes más importantes de las letras francesas en el Siglo XX. Nacido en París en 1905, donde viviría toda su vida. Escribió ensayos filosóficos que fundaron el movimiento existencialista. Sus novelas y obras de teatro le dieron fama mundial. Fue pareja durante largo tiempo de la escritora Simone de Beauvoir. En 1964 ganó el Premio Nobel de Literatura pero lo rechazó por no aceptar a las instituciones oficiales como mediadoras entre los autores y el resto de la sociedad. Fallece en 1980 tras una larga enfermedad.
    Su producción literaria fue amplia y profunda, en ella no simplemente narró varios momentos intensos o emotivos, para él fue una fuente de transmisión de conceptos filosóficos de una manera accesible para el gran público. “La náusea” (1938) es una novela escrita a modo de falso diario, donde se describe la frustrante vida de un hombre que no encuentra su lugar en el mundo y va de fracaso en fracaso. Una de las tesis lanzadas en ella, cual bomba incendiaria, es el propio concepto de “náusea”, que nada tiene que ver con el momento previo al vómito. El autor la describe como la sensación humana que sucede al notar la falta total de sentido que tiene la existencia. Su posicionamiento se alejaba de la causalidad teológica, dando a entender que somos un accidente de la naturaleza y buscar más allá es pura imaginación mitológica. "Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere por casualidad." Palabras aparentemente tristes que encierran un vitalismo incomprendido para su época, ya que siempre es más fácil sentir que vivimos bajo el brazo paternalmente cómodo de un Dios.
    En “Bosquejo de una teoría de las emociones” (1939) Sartre nos explica su interés y admiración por las tesis de Husserl y, especialmente, de Heidegger, pilares de su principal influencia filosófica: la fenomenología. Consistía en “el estudio de los fenómenos y no de los hechos.” Es decir, el estudio del todo y no de las partes, como hacía la psicología conductista y el psicoanálisis. “El principio de la fenomenología es ir ´a las cosas mismas` y la base de su método es la intuición eidética”, dicha intuición busca hacer presente lo universal estudiando las esencias, especialmente en la conciencia y el ser, alejándose de los parámetros empíricos.
    En su ensayo más conocido, “El ser y la nada” (1943), reflexionó sobre el principio de libertad, el cual nos es dado desde que tenemos uso de razón. Entendiendo que la libertad es pura y simplemente la toma de decisiones, las cuales, muchas veces, entran en conflicto con el resto de personas libres que rodean al sujeto. La libertad temerosa del error, de la opinión ajena y del conflicto se queda en sumisión voluntaria. En pocas palabras, su visión de la libertad no estaba idealizada como cuando se conceptualiza por el liberalismo. “El infierno son los otros” es la frase lapidaria, escrita en la obra de teatro “A puerta cerrada” (1944), que explica el desdén de la contradicción que significa la libertad en un mundo lleno de intereses opuestos que chocan frontalmente o se contradicen plenamente. "El hombre está condenado a ser libre," es decir, personas libres encarceladas por las libertades del resto de la sociedad. Incoherencia aparente, pero llena de razón, ya que siempre puedes imponer dicho libre albedrío sobre los demás, algo que queda patente en los planteamientos del Marqués de Sade, mostrados en “Las 120 jornadas en Sodoma”. En dicha novela un grupo de aristócratas se encierra en un castillo con un harem de jóvenes, que han sido secuestrados previamente, siendo sometidos a los caprichos de sus captores expresando así el extremo más cruel de la libertad de unos pocos sobre otros.
    Su visión del mundo fue muy criticada por ese halo de pesimismo que desprendía: desde los sectores religiosos por su visión atea e inútil de la existencia y por las asociaciones marxistas por su visión represiva del colectivo. Ello le llevaría a dar una famosa conferencia en París, para desmentir muchas acusaciones negativas, titulada como “El existencialismo es una forma de humanismo” (1945). En ella rechazó el adjetivo de derrotista como crítica a su existencialismo, ya que a pesar de proclamar que la existencia no tenía sentido alguno, defendía como más valiente y necesario a aquel individuo que elegía, en su absoluta libertad, el compromiso por los valores de la justicia y la igualdad que cualquier otro que lo hiciera porque se lo ordenaban los líderes de su partido o por temor al castigo de un Dios colérico. También planteó que ante la tiranía de la libertad elitista  siempre estaba la elección libre de rebelarse contra ella. Lo fundamental era encontrarse en ese desierto de libertad y no optar por el instintivo egoísmo, de ahí la importancia de la lucha contra las sociedades corruptas y/o alienadas. El verdadero enemigo del existencialista era caer en la indiferencia o la apatía. Apoyar al necesitado, no como mandamiento divino, sino como ética personal, es así cómo Sartre reivindicaba un verdadero humanismo que mejorara la sociedad. 

LA DANZA ESTRUCTURAL DEL AGUA

    Vivimos en un planeta en el que un 70% de su superficie es agua. Algo similar sucede con los seres humanos, también estamos formados por dicho elemento en esa misma proporción. Sin agua nuestras células no podrían actuar y supondría la aceleración de su envejecimiento o, en el peor de los casos, la muerte por deshidratación.
    ¿Nunca os habéis preguntado por qué las empresas embotelladoras de agua suelen buscar su materia prima en los manantiales de montaña? Por lo visto en las montañas es donde encontramos el agua más pura en cuanto a estructura molecular. Cuando se aleja del origen mayor es su contaminación en su periplo hasta desembocar en el mar, el cual la acaba salando completamente, volviéndola insalubre para ser bebida.
    En el microscopio se puede comprobar dicho proceso si observamos los cristales formados por el agua en estado de congelación. Cuando está estructurada su geometría helada es preciosa, en forma de estrella, igual que un copo de nieve visto microscópicamente. A medida que ese agua sigue el trascurso del río podremos ver como se deforma su geometría estructural de sus cristales, que al helarlos, quedan completamente asimétricos, incluso amorfos. Es a causa de los sedimentos que hay en el fondo del cauce y a la multitud de organismos que lo habitan. Evidentemente la contaminación humana también influye en la desestructuración acuática.
    Uno de los investigadores más importantes en cuanto a reacciones del agua con su entorno es Masaru Emoto, nacido en 1943 en Yokohama (Japón) y doctorado en Medicina Alternativa. Investigó un tipo de contaminación que no era química, refiriéndose a buenas o malas vibraciones y cómo afectan al agua. Hicieron múltiples experimentos observando a posteriori cambios en los cristales del agua congelada. Uno de ellos fue que al agua cogida del mismo lugar y puesta en diferentes recipientes, a los que les pondrían distintos tipos de música. Comprobaron como, un día después, se generaban dispares formas en los cristales según la música que había sonado cerca del entorno. A un recipiente le ponían música clásica y las formas de sus cristales eran perfectamente simétricas y muy bellas, igual que con agua de manantial. En cambio la música estridente y llena de furia hacía que los cristales se deformaran, similar al proceso de contaminación que sucede durante el curso del río.
    El experimento más famoso fue escribir sobre dos envases llenos con la misma agua mensajes distintos. En uno se escribían cosas buenas, como agradecimientos o elogios, y en el otro se ponían insultos u órdenes. Lo sorprendente fue que al ver los cristales de agua del primer envase se asemejaban a los que salían del agua pura y estructurada. En cambio, los del otro parecían sacados de agua totalmente contaminada. Lo mismo ocurría cuando, en vez de palabras, se ponían dibujos bonitos o imágenes desagradables. Y no sólo lo escrito o dibujado en el recipiente influía, también las palabras positivas hacían reaccionar al líquido.
    En el agua aún hay secretos imperceptibles por el ser humano pero gracias a la tecnología se van descifrando, haciendo que nuestro día a día pueda ser más saludable.

BELLEZA EN MALOS TIEMPOS

    Nada nuevo diremos si afirmamos que vivimos en una sociedad superficial, la cual practica el culto por la eterna juventud y la belleza. Sólo hay que ver las consultas de cirugía estética en occidente. Miles de personas estirándose los músculos faciales o inyectándose botox para quitarse años del rostro. Los cambios, cuando no son a mejor, son difíciles de aceptar.
    El psicoanálisis freudiano nos explica que el ser humano está influenciado por sus deseos, ya sea por intentar conseguirlos o por reprimirlos. Ahí tenemos una razón por la cual la persona que se siente deseada siente una momentánea alegría narcisista. Hay quien para conseguir captar las miradas ajenas se preocupa demasiado por no tener la talla idónea o porque le sobran unos kilitos, incluso por si no lucen la sonrisa más radiante o les han aparecido ojeras. Esa obsesión por mejorar, a veces, nos hace olvidar mucho de lo que sí tenemos y su importancia radica en la cotidianidad, porque lo verdaderamente importante se nota cuando nos falta. Por ejemplo, no reparamos en sentir la belleza de nuestros pasos, hasta que cojeamos una temporada a causa de un accidente. Algo que era invisible por habernos acompañado desde siempre queda remarcada su imprescindibilidad ante la ausencia.
    Podríamos marcar la autoconfianza como uno de los pilares para una vida plena. Sentirnos realizados no sólo depende de la mirada exterior, ya que la fundamental es la propia, es con la cual convivimos y la que marca una base fundamental de la autoestima. Nuestro reflejo nos indica el mensaje identitario y existencial que queremos transmitir. Muchas veces, en los peores momentos, buscamos reafirmarnos estéticamente como una declaración intensamente vitalista. Resaltar la belleza de alguien que está enfermo puede ser un manifiesto que exprese la ganas de vivir, el estandarte de alguien fuerte que quiere seguir luchando. Rompamos el tópico de la persona que pasa por una etapa mala de salud y su apariencia tenga que asociarse con tristeza. Incluso el paciente que está sometido a la quimioterapia puede sentir la necesidad de verse igual que antes, sublimando la belleza que aún lleva latente, mostrándosela a todo el mundo con orgullo. La coquetería en la enfermedad no debe ser un tabú sino un signo de positividad y optimismo, ambas características son básicas hasta para lograr escalar una montaña, por alta o escarpada que sea.
    Nosotros somos quienes le damos un significado a la vida, siendo en los momentos grises u oscuros cuando más ha de relucir nuestro vigor y esperanza. Jamás estará de más que nuestro reflejo nos ayude a sonreír y así recuperar la confianza del pasado, si es que alguna vez se perdió. Oscar Wilde definió claramente la importancia de la hermosura, sin duda no hay una manera mejor para acabar este artículo: “La belleza es muy superior al genio. No necesita explicación.”

NUESTROS NIETOS PAGARÁN ESTA ORGÍA CONSUMISTA

    En los años 70 las economías estatalizadas de occidente, también llamadas socialdemocracias, vivían un período de ´estanflación`, es decir, un estancamiento económico con altos índices de inflación que supusieron grandes cifras de paro. Esta situación la aprovechó el ala derechista de la política y los partidos tradicionalmente conservadores se transformaron en adalides del libre mercado.
    ¿Qué suponía esa “nueva” forma de ver la economía? Primero de todo significó el desligamiento paulatino de la excesiva influencia estatal en los mercados, similar a las economías decimonónicas, donde el capitalismo no estaba sujeto a restricción alguna a nivel financiero. Esos ideales fueron teorizados y actualizados por Von Misses y Hayek en Europa; y Milton Friedman en Estados Unidos, los dos últimos autores recibieron sendos Premios Nobel de economía.
    Las políticas de Ronald Reagan (en EE.UU.) y Margaret Thatcher (en Reino Unido) dieron pie a lo que poco después se llamaría globalización. En pocas palabras, el mercado se hacía mundial. Por ejemplo, lo que comprabas barato en Taiwan lo vendías caro en Alemania o Francia. La mano de obra tercermundista (y casi esclava) abarataba totalmente los costos de producción, permitiendo un margen de beneficio mayor y ello compensaba, con creces, el pago del transporte de aquellos productos fabricados en el lejano oriente. Lo mismo pasaba con el petróleo y la alimentación, todo lo barato llegaba desde el extranjero. Contra sus precios era imposible que compitieran las empresas occidentales, las cuales cerraban o sus fábricas se deslocalizaban para ser llevadas a países subdesarrollados, con niveles de vida más bajos y tenues legislaciones que defendieran a los trabajadores.
    Los precios reducidos hicieron que aumentara el consumo en todo occidente y ese flujo constante de dinero hizo que las economías creciesen. La lógica de la oferta y la demanda hacía que se necesitasen más materias primas para abastecer a un primer mundo derrochador sin límite. Aquello que no era consumido se tiraba a la basura o se destruía sin el menor remordimiento. Además, Thatcher quitó las restricciones que tenían los bancos para poder invertir/especular con el dinero de los ahorros que depositaban sus clientes, la mayoría de clase media (dato que explica porqué se rescata de la quiebra a los bancos actualmente). Las circunstancias del auge capitalista hicieron que el bloque soviético acabara colapsando.
    El nuevo paradigma económico se basaba en un crecimiento constante de la riqueza, que idealistamente se creía infinito, olvidando que las materias primas de la Tierra son limitadas. De ahí, por ejemplo, la alarmante deforestación de la Amazonia, donde varios grupos ecologistas se llevaron las manos a la cabeza al ver a la velocidad en que se destruía el llamado “pulmón del planeta”. Se repetían catástrofes medioambientales como vertidos de crudo en el mar o la polución excesiva en la atmósfera, siendo indicadores del peligro que correríamos en el futuro. La explicación de esta estupidez venía de una corriente utopista de “pensamiento” en los años 40, llamada prepotentemente ´objetivismo`. Su máxima ideóloga era Ayn Rand, una rusa exiliada en Nueva York. Su idealismo era tal que veía con buenos ojos el máximo egoísmo individualista y negaba la necesidad de un pensamiento colectivo, creando la arquitectura de una lógica basada en el enriquecimiento rápido y de cualquier modo, estandarte del pensar sólo “a corto plazo”, algo habitual en la actualidad. Para ella el mundo se dividía entre triunfadores y perdedores, algo que los “tiburones” de Wall Street usarían para evitar cualquier tipo de remordimiento cuando, por culpa de sus especulaciones, hicieran que miles de familias se quedasen en la calle.
    Ayn Rand también fue muy influyente para el hombre que sería presidente de la Reserva Federal estadounidense desde la era Reagan, el gurú financiero Alan Greenspan. Dicha institución es la encargada de imprimir los dólares norteamericanos. La estupidez de su presidente fue tal que logró un aumento irresponsable de la circulación monetaria, fomentando el crédito a un nivel absurdo que ahora occidente sufre, viviendo una crisis de deuda por culpa del “mayor capullo del universo” (como le tilda Matt Taibbi en su libro ´Cleptopía`).
    Otro mito que lleva el libre mercado, también conocido como neoliberalismo, es que las economías libres de influencia estatal se autorregulan, donde una “mano invisible” logra solucionar los problemas que se ocasionan. En pocas palabras, un ejercicio teológico de fe en el porvenir y en la providencia, especialmente cuando las cuentas corrientes de aquellos que financian a los políticos se estén llenando.
    ¿De qué sirven las riquezas cuando el mundo se autodestruye? Los beneficios económicos no deben ser compensación por hipotecar el futuro de los que heredarán el planeta. Las élites económicas siguen explotando un mundo en el que cada vez se extinguen más especies animales y vegetales y donde es más sencillo tener cáncer por culpa de la polución. La desertización de nuestro hábitat hará que los conflictos futuros sean por el control de los recursos hídricos, si no vamos con cuidado, el agua potable será tan estratégica como lo es hoy el petróleo, con el agravante que conlleva ser un recurso de primera necesidad. “Los seres humanos son autónomos, pero sólo sobre la base de la dependencia más profunda que tienen de la Naturaleza, del mundo y de los demás.” No podemos olvidar estas palabras, escritas por Terry Eagleton, o acabaremos lanzándonos al abismo del olvido, por muy llenos de dinero que tengamos los bolsillos. La amoralidad de las economías sólo puede llevarnos al canibalismo.

APUNTES SOBRE CREATIVIDAD E INSPIRACIÓN

    Podemos entender la creatividad como una capacidad inventiva de ideas originales y novedosas. Generalmente se identifica dicho concepto solamente con entornos artísticos o literarios, siendo incorrecta tal limitación, ya que las ideas surgidas de la creatividad también pueden generar soluciones a problemas determinados o generales en múltiples ámbitos.
    No es menos creativo el inventor que diseña nuevos electrodomésticos que aquel que pinta al óleo, incluso nos atreveríamos a decir que el primero puede tener un grado mayor de importancia. La primera disciplina en la cual se utiliza el adjetivo que analizamos ahora es, por sorprendente que parezca, la gastronomía. Todo empezó cuando las especias orientales comenzaron a entrar en el territorio europeo, en pleno ocaso de la Edad Media, siendo utilizadas para la mejora del sabor en las comidas cocinadas para la nobleza. Ello obligó a que los cocineros tuvieran que estrujarse más las neuronas buscando cómo podían sacarles el mejor provecho. Lo mismo sucedió cuando se trajeron desde las Américas nuevos alimentos, en el siglo XVI, como tomates, pimientos, maíz o cacao entre muchos otros. Nuevos ingredientes que supusieron nuevos platos, generando una variedad enorme de combinaciones, tal y como sucede con los colores primarios en la paleta del pintor.
    En la Grecia antigua, según la mitología, el poeta recibía la visita de unas divinidades, con forma de mujer, que traían consigo mismas la inspiración, eran conocidas como musas. Podemos decir que la inspiración es un momento puntual de creatividad, lucidez mental y emociones positivas, con ello aparecen las muy buenas ideas. Cuando la creatividad no se vuelve un hábito, es decir, un proceso para adquirir un mínimo de técnica, el momento de inspiración se queda en anécdota, algo que rompe la rutina del individuo pero que rara vez posee calidad trascendente. Picasso ilustró esto aconsejando “que las musas te encuentren trabajando”. El talento se desaprovecha si no está acompañado por la disciplina en su práctica. Jamás se podría crear una excepcional acuarela solamente con inspiración, porque no hace milagros. Lo mismo podría suceder con la escritura, la tecnología, la moda, la ciencia o cualquier otra disciplina del pensamiento humano. Por ejemplo, un ilustrador profesional no podría estar pendiente de si llega o no la inspiración cuando tiene que elaborar un libro ilustrado con fecha límite de entrega.
    Evidentemente la creatividad y, en menor medida, la inspiración no sólo se alimentan de práctica. La observación es fundamental. Aquel que sólo se mira al ombligo se autolimita sin mirar más allá de su ego. No se nutre con ideas ajenas que jamás habría imaginado solo. Tampoco pisará los caminos que han descubierto otros porque el egocentrismo agudo induce a la ignorancia. Si algo útil tiene la sociedad es poder aprender la multitud de cosas positivas que ha forjado. La mayoría de escritores reconocidos necesitaron leer miles de páginas para que les pudieran venir a la mente sus primeros relatos. Con la observación y el estudio, previos a la creación, podemos desarrollar una conciencia crítica que, de alguna manera, nos ayudan a evitar los errores (que creemos) que han cometido otros y de aprovechar la estela de sus aciertos. Obviamente en esta última reflexión entraría la subjetividad de cada cual, siendo ahí donde aparecería otro concepto: el estilo propio.