El desamor es un trastorno circunstancial que afecta a las personas de forma generalmente amarga y gris. Lo entendemos como el momento en que el amor acaba entre dos personas, sea de forma unilateral o aceptada por ambas partes. Cuando sucede supone la visión de elementos obviados previamente en la persona que era amada, incluso acciones que antes veíamos con indiferencia ahora son insoportables, hasta el punto de disipar todo el cariño.
Muchos pensadores han escrito sobre este tema como en “El banquete” de Platón, en“El arte de amar” de Ovidio o en el libro de título homónimo al anterior de Erich Fromm. Se ha teorizado muchísimo sobre este tema, dándole diversas texturas y amplitudes, pero todos sabemos que las relaciones amorosas son pura práctica, hay que vivirlas desde dentro. Una forma errónea de entender el amor es como simple manera de evitar la soledad, lo cual nos haría elegir como pareja a personas que no nos convienen o que no aportan nada de paz. Una relación que se establece como forma de esquivar la soledad ya nace medio muerta, el desamor es inherente a ella.
Todo amor óptimo necesita alimentarse de sensaciones, sentimientos, admiración, sinceridad, sexualidad y, sobre todo, mucho respeto mutuo. Cuando alguno de estos factores falla, al menos, un miembro de la pareja se suele desencantar y si son varios los factores deficientes llega el desamor. Muchas veces entra en juego lo que conocemos como ´ceguera amorosa`, sucede cuando una persona está tan enamorada que no ve las cualidades que fallan en su pareja y si las ve piensa, ingenuamente, “ya cambiará”. Estas relaciones están corruptas. Los factores de sinceridad y respeto suelen ausentarse, haciendo que la víctima se autoengañe pensando “lo hace por mi bien, porque me quiere” o “en el fondo es buena persona”. Esto es habitual en la pareja de un maltratador psicológico, en esa circunstancia el desamor es una necesidad y una bendición, debido a que el sufrimiento en una relación amorosa es el camino directo a la destrucción mental de la víctima. Las relaciones son para darnos plenitud y no para que nos hagan sentir como guiñapos sin autoestima.
Cuando el desamor llega suele ser por dos causas: la primera es que vemos al ser querido con otros ojos, comprendiendo que la pasión ha desaparecido. Quizá sea porque la otra persona ha cambiado a peor o porque el desenamorado ha superado la ´ceguera amorosa` y antes no veía esos defectos que ahora tanto le pesan. En este caso lo peor es mantenerse callado, dejando que ese problema vaya pesando cada vez más. Con la comunicación podemos lograr que esa persona tenga opción de intentar mejorar, de lo contrario la relación estará basada en un engaño que se hará cada vez más grande. Si el problema persiste lo mejor será, siempre, dejar esa relación; La segunda causa de desamor es cuando la otra persona te deja, a veces incluso sin explicación, de un portazo o porque ha conocido a una persona que cree que es mejor para el futuro que busca. En estos casos el peor remedio es la desesperación y encerrarse en uno mismo. Es lógico sentirse triste, así que las lágrimas deben fluir con total naturalidad. Llorar es útil, alivia tensiones. Siempre debemos expresar lo que sentimos ante esa ruptura, ya sea a la persona que nos deja o a las personas que nos rodean habitualmente. Enfrentarse a este tipo de desamor en soledad lo único que logra es acrecentar el dolor, haciéndonos sentir más pequeños e insignificantes. Por eso el apoyo externo es básico, porque el cariño es lo primero que echamos de menos y ahí es cuando necesitaremos grandes raciones de estima familiar mezclada entre amistades.
Un consejo clave es no ver ninguna relación como algo inmortal o infinito. Hay gente que vive los romances desde la imaginación, construyéndose un futuro ideal con la otra persona sin tener la seguridad suficiente para saber si seguirán juntos el año que viene. La materia prima principal del amor es el presente, sentir el día a día para que la relación sea nutritiva para ambas partes. Cuando fantaseamos, más allá del momento actual, lo único que haremos será cavar un foso donde caeremos cuando la relación se rompa. Cuanto más fantaseemos mayor será el foso y más nos costará salir de él si llega la fatalidad. La gente que vive las relaciones desde el presente corre otro riesgo en el proceso de ruptura: añorar el pasado. Por norma se exaltarán idílicamente los buenos momentos. Recordar únicamente lo positivo será otra forma de autoengaño. Debemos evitar ese tipo de memoria selectiva, viendo el global de esa relación sin quedarnos en lamentos o rabietas, esbozando cierto agradecimiento por haber avanzado un poco más al alimentarte de los errores cometidos. “Lo que no me mata me hace más fuerte” dice la famosa máxima de Nietzsche. Desesperarse es inútil porque amplía y hace más duraderas las tensiones. La racionalidad emotiva hará que duela menos la caída y aprender el porqué hemos tropezado nos dará madurez.
Muchos pensadores han escrito sobre este tema como en “El banquete” de Platón, en“El arte de amar” de Ovidio o en el libro de título homónimo al anterior de Erich Fromm. Se ha teorizado muchísimo sobre este tema, dándole diversas texturas y amplitudes, pero todos sabemos que las relaciones amorosas son pura práctica, hay que vivirlas desde dentro. Una forma errónea de entender el amor es como simple manera de evitar la soledad, lo cual nos haría elegir como pareja a personas que no nos convienen o que no aportan nada de paz. Una relación que se establece como forma de esquivar la soledad ya nace medio muerta, el desamor es inherente a ella.
Todo amor óptimo necesita alimentarse de sensaciones, sentimientos, admiración, sinceridad, sexualidad y, sobre todo, mucho respeto mutuo. Cuando alguno de estos factores falla, al menos, un miembro de la pareja se suele desencantar y si son varios los factores deficientes llega el desamor. Muchas veces entra en juego lo que conocemos como ´ceguera amorosa`, sucede cuando una persona está tan enamorada que no ve las cualidades que fallan en su pareja y si las ve piensa, ingenuamente, “ya cambiará”. Estas relaciones están corruptas. Los factores de sinceridad y respeto suelen ausentarse, haciendo que la víctima se autoengañe pensando “lo hace por mi bien, porque me quiere” o “en el fondo es buena persona”. Esto es habitual en la pareja de un maltratador psicológico, en esa circunstancia el desamor es una necesidad y una bendición, debido a que el sufrimiento en una relación amorosa es el camino directo a la destrucción mental de la víctima. Las relaciones son para darnos plenitud y no para que nos hagan sentir como guiñapos sin autoestima.
Cuando el desamor llega suele ser por dos causas: la primera es que vemos al ser querido con otros ojos, comprendiendo que la pasión ha desaparecido. Quizá sea porque la otra persona ha cambiado a peor o porque el desenamorado ha superado la ´ceguera amorosa` y antes no veía esos defectos que ahora tanto le pesan. En este caso lo peor es mantenerse callado, dejando que ese problema vaya pesando cada vez más. Con la comunicación podemos lograr que esa persona tenga opción de intentar mejorar, de lo contrario la relación estará basada en un engaño que se hará cada vez más grande. Si el problema persiste lo mejor será, siempre, dejar esa relación; La segunda causa de desamor es cuando la otra persona te deja, a veces incluso sin explicación, de un portazo o porque ha conocido a una persona que cree que es mejor para el futuro que busca. En estos casos el peor remedio es la desesperación y encerrarse en uno mismo. Es lógico sentirse triste, así que las lágrimas deben fluir con total naturalidad. Llorar es útil, alivia tensiones. Siempre debemos expresar lo que sentimos ante esa ruptura, ya sea a la persona que nos deja o a las personas que nos rodean habitualmente. Enfrentarse a este tipo de desamor en soledad lo único que logra es acrecentar el dolor, haciéndonos sentir más pequeños e insignificantes. Por eso el apoyo externo es básico, porque el cariño es lo primero que echamos de menos y ahí es cuando necesitaremos grandes raciones de estima familiar mezclada entre amistades.
Un consejo clave es no ver ninguna relación como algo inmortal o infinito. Hay gente que vive los romances desde la imaginación, construyéndose un futuro ideal con la otra persona sin tener la seguridad suficiente para saber si seguirán juntos el año que viene. La materia prima principal del amor es el presente, sentir el día a día para que la relación sea nutritiva para ambas partes. Cuando fantaseamos, más allá del momento actual, lo único que haremos será cavar un foso donde caeremos cuando la relación se rompa. Cuanto más fantaseemos mayor será el foso y más nos costará salir de él si llega la fatalidad. La gente que vive las relaciones desde el presente corre otro riesgo en el proceso de ruptura: añorar el pasado. Por norma se exaltarán idílicamente los buenos momentos. Recordar únicamente lo positivo será otra forma de autoengaño. Debemos evitar ese tipo de memoria selectiva, viendo el global de esa relación sin quedarnos en lamentos o rabietas, esbozando cierto agradecimiento por haber avanzado un poco más al alimentarte de los errores cometidos. “Lo que no me mata me hace más fuerte” dice la famosa máxima de Nietzsche. Desesperarse es inútil porque amplía y hace más duraderas las tensiones. La racionalidad emotiva hará que duela menos la caída y aprender el porqué hemos tropezado nos dará madurez.
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