miércoles, 25 de julio de 2012

BELLEZA EN MALOS TIEMPOS

    Nada nuevo diremos si afirmamos que vivimos en una sociedad superficial, la cual practica el culto por la eterna juventud y la belleza. Sólo hay que ver las consultas de cirugía estética en occidente. Miles de personas estirándose los músculos faciales o inyectándose botox para quitarse años del rostro. Los cambios, cuando no son a mejor, son difíciles de aceptar.
    El psicoanálisis freudiano nos explica que el ser humano está influenciado por sus deseos, ya sea por intentar conseguirlos o por reprimirlos. Ahí tenemos una razón por la cual la persona que se siente deseada siente una momentánea alegría narcisista. Hay quien para conseguir captar las miradas ajenas se preocupa demasiado por no tener la talla idónea o porque le sobran unos kilitos, incluso por si no lucen la sonrisa más radiante o les han aparecido ojeras. Esa obsesión por mejorar, a veces, nos hace olvidar mucho de lo que sí tenemos y su importancia radica en la cotidianidad, porque lo verdaderamente importante se nota cuando nos falta. Por ejemplo, no reparamos en sentir la belleza de nuestros pasos, hasta que cojeamos una temporada a causa de un accidente. Algo que era invisible por habernos acompañado desde siempre queda remarcada su imprescindibilidad ante la ausencia.
    Podríamos marcar la autoconfianza como uno de los pilares para una vida plena. Sentirnos realizados no sólo depende de la mirada exterior, ya que la fundamental es la propia, es con la cual convivimos y la que marca una base fundamental de la autoestima. Nuestro reflejo nos indica el mensaje identitario y existencial que queremos transmitir. Muchas veces, en los peores momentos, buscamos reafirmarnos estéticamente como una declaración intensamente vitalista. Resaltar la belleza de alguien que está enfermo puede ser un manifiesto que exprese la ganas de vivir, el estandarte de alguien fuerte que quiere seguir luchando. Rompamos el tópico de la persona que pasa por una etapa mala de salud y su apariencia tenga que asociarse con tristeza. Incluso el paciente que está sometido a la quimioterapia puede sentir la necesidad de verse igual que antes, sublimando la belleza que aún lleva latente, mostrándosela a todo el mundo con orgullo. La coquetería en la enfermedad no debe ser un tabú sino un signo de positividad y optimismo, ambas características son básicas hasta para lograr escalar una montaña, por alta o escarpada que sea.
    Nosotros somos quienes le damos un significado a la vida, siendo en los momentos grises u oscuros cuando más ha de relucir nuestro vigor y esperanza. Jamás estará de más que nuestro reflejo nos ayude a sonreír y así recuperar la confianza del pasado, si es que alguna vez se perdió. Oscar Wilde definió claramente la importancia de la hermosura, sin duda no hay una manera mejor para acabar este artículo: “La belleza es muy superior al genio. No necesita explicación.”

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